jueves, 3 de junio de 2010

POR QUÉ ESTABA SAUSSURE TAN HARTO

Durante varios cursos he compartido con mis alumos de Comentario de textos lingüísticos una interesante carta escrita por Ferdinand de Saussure cuando todavía estaba lejos de ser el gran lingüista que revolucionó su ciencia. Es una carta que responde a otra de su amigo A. Meillet, cuando éste le pregunta simplemente la razón por la que no ha enviado todavía un trabajo a su editor. La razón del retraso nos hace descender a los infiernos personales de un científico genial. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE

Resulta curioso, y podéis creer lo que digo, que cada año que leo esta carta con mis alumnos el documento resulta distinto. Desde la novedad de su lectura, las personas que vienen a mis clases descubren a un Saussure diferente del que han aprendido. En realidad, descubren que debajo de ese nombre hay una persona que, ante todo, tuvo que sufrir un gran fracaso científico para terminar triunfando. La vida universitaria suele ser muy rutinaria, y a duras penas se aceptan los cambios. Por ello, cuando Saussure intuyó que se podía hacer una nueva lingüística sufrió los ataques furibundos de sus colegas, en especial los alemanes, cultivadores de un método mecánico. El momento que refleja Saussure es el de la pérdida del rumbo, cuando ya no nos gusta lo que hacemos, pero no sabemos todavía lo que queremos hacer. Leamos la carta que, como dije antes, debería conocer cualquier joven investigador:

(Pasaje de una carta de Saussure a A. Meillet fechada el 4 de enero de 1894):

“Pero estoy muy harto de todo esto y de la dificultad que hay, en general, para escribir diez líneas con sentido común en materia de hechos del lenguaje. Preocupado sobre todo desde hace mucho por la clasificación lógica de estos hechos, por la clasificación de los puntos de vista desde los cuales los tratamos, veo cada vez más la inmensidad del trabajo que sería preciso para mostrar al lingüista lo que hace; reduciendo cada operación a su categoría prevista; y al mismo tiempo la no poca vanidad de todo lo que a fin de cuentas puede hacerse en lingüística.
Es en último análisis tan sólo el lado pintoresco de una lengua lo que hace que difiera de todas las demás como pertenecientes a determinado pueblo con determinados orígenes, es este lado casi etnográfico el que conserva interés para mí: y precisamente ya no tengo el gusto de poderme entregar a este estudio sin segunda intención, y disfrutar del hecho particular atenido a un medio particular.
Sin cesar, la inepcia absoluta de la terminología ordinaria, la necesidad de reformarla, y de mostrar para ello qué clase de objeto es la lengua en general, me estropea el placer histórico, aunque no tenga anhelo mayor que no deber ocuparme de la lengua en general.
A mi pesar, esto acabará en un libro donde, sin entusiasmo ni pasión, explicaré por qué no hay un solo término empleado en lingüística al que conceda yo un sentido cualquiera. Y confieso que no será hasta entonces cuando pueda reanudar mi trabajo en el punto en que lo dejé.
He aquí una disposición tal vez estúpida, que explicaría a Duvau por qué, por ejemplo, he dado largas más de un año a la publicación de un artículo que materialmente no ofrecía ninguna dificultad –y sin conseguir por lo demás evitar las expresiones lógicamente odiosas, ya que para eso sería precisa una reforma decididamente radical.”

Es verdaderamente conmovedor leer a este Saussure que afirma que muy a su pesar terminará explicando una nueva lingüística. Me recuerda una viñeta del humorista Forges donde un individuo leía una gran noticia en el periódico: SE PROPONE NO TRIUNFAR EN LA VIDA Y LO CONSIGUE. Saussure triunfó para la Historia, a pesar de todo y de todos. FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE