viernes, 20 de noviembre de 2009

VICENTE GARCÍA DE DIEGO: UN LATINISTA EXCEPCIONAL, UNA BIOGRAFÍA MERIDIANO


Ya casi hemos terminado la monografía sobre la Historia de la literatura grecolatina durante la Edad de Plata de la cultura española. En ella habrá un trabajo de mucho calado sobre la obra gramatical de don Vicente García de Diego, trabajo elaborado por Javier Espino. Quería aprovechar estas circunstancias para desgranar aquí algunas notas que yo mismo escribí sobre la figura de este latinista cuya vida ha recorrido cien años de la historia de España.La participación de ciertos profesores encargados de curso en la vida académica de la Facultad de Filosofía y Letras de García Morente supuso un claro enriquecimiento, sobre todo cuando se trataba de personas como Vicente García de Diego (1878-1978), catedrático del Instituto Cardenal Cisneros, que en la Facultad estuvo encargado de la asignatura de Latín del año preparatorio durante los cursos 33-34, 34-35 y 35-36. Puede considerarse como uno de los profesores que contribuyeron decididamente a la renovación de la enseñanza de la Lengua Latina a comienzos del siglo XX con la aplicación del método histórico-comparado, y estuvo muy ligado al Centro de Estudios Históricos. Fue uno de los catedráticos legendarios del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. Rafael Lapesa lo recuerda de manera emocionada:Pensemos lo que significa esta huella que el magisterio de don Vicente había impreso, durante un solo curso, en uno de tantos alumnos suyos. Cuando yo lo fui, García de Diego llevaba diecisiete años enseñando, luego continuó por espacio de otros veintiocho: cuarenta y cinco en total, lo que supone haber sembrado el germen del saber humanístico en más de siete mil adolescentes españoles. Y, esto, limitándonos a los que tuvimos la suerte de recibir directamente su enseñanza personal; a muchos otros les llegó a través de sus esmerados libros de texto. Ya me he referido a los de latín; (...) Lástima que las existencias de instrumentos didácticos tan valiosos desaparecieran con la guerra civil.[1]Es importante señalar que a comienzos del siglo XX conviven diferentes métodos para la enseñanza del Latín, desde los más tradicionales, como los Nebrijas renovados, las reediciones latinas de la gramática de Álvarez, propias de seminarios, o los muy decimonónicos manuales del Raimundo de Miguel, hasta los nuevos manuales de enfoque histórico-comparado que aportan nociones de Morfología Histórica, y que permiten presentar de manera novedosa las declinaciones y conjugaciones a partir del criterio de la diferenciación de temas (raíz, radical y tema) y desinencias. Precisamente, estos nuevos planteamientos de la Gramática Histórica, unidos a los de la Lexicología[2] y la renovación pareja de la enseñanza de la Literatura Latina[3], se van plasmando ya desde el bachillerato gracias a la labor callada y constante de personas como García de Diego. [1] R. Lapesa, “Don Vicente García de Diego (1878-1978)”, en Generaciones y semblanzas de filólogos españoles, Madrid, RAH, 1998, pp. 75-76.[2] García de Diego contribuyó también en sus manuales a la renovación de la enseñanza del vocabulario latino gracias a novedosos planteamientos lexicológicos, mediante el agrupamiento de las palabras por ideas, por su “trato en castellano”, o por su formación (V. García de Diego, Lexicología latina, Madrid, Tip. de la «Revista de Archivos», 1923, pp. 3-4). En el caso de la agrupación de las palabras por ideas no podemos dejar de pensar en la labor de su contemporáneo Julio Casares, autor del diccionario ideológico de la lengua española, que leyó su discurso de ingreso en la Real Academia Española con el significativo título de Nuevo concepto del diccionario de la lengua (Madrid, G. Koehler, 1921). Esta perspectiva lexicológica que va desde las cosas a los nombres estaba en pleno florecimiento a comienzos del pasado siglo XX gracias a la escuela de Wörter und Sachen, y precedida, asimismo, por el nacimiento de la nueva disciplina de la Semántica, a cargo de Michel Bréal, cuyo libro circulaba traducido al español gracias a la editorial La España Moderna.[3] El buen hacer de García de Diego en la enseñanza de la Literatura Latina puede verse, por ejemplo, en su Literatura latina y antología (Madrid, Tipografía de la «Revista de Archivos», 1927), destinado al Bachillerato Universitario de Letras. Francisco García JuradoH.L.G.E.

martes, 17 de noviembre de 2009

EL SIGLO XVIII Y LAS HISTORIAS LITERARIAS


Como de vez en cuando tengo necesidad de hablar sobre asuntos historiográficos hoy vuelvo a la carga. Así tengo la sensación de la placidez de la biblioteca, de cierta permanencia, frente al devenir enloquecido de las cosas. Además, tenía ganas de explicar por qué surgen las Historias literarias, verdaderos precedentes de lo que al siglo siguiente serán las historias de las literaturas nacionales. Asimismo, esto es, de manera sucinta, lo que conté en la pasada actividad de la IX Semana de la Cienica junto al arco de San Ginés. El siglo XVIII supone el nacimiento de las historias literarias, concebidas entonces como obras básicamente bibliográficas y eruditas. Al margen de las obras de los hermanos Mohedano y otras aproximaciones a la Historiografía literaria, es en Gregorio Mayáns donde cabe buscar unos fundamentos críticos más consistentes para el enfoque correcto del estudio de la Literatura Latina dentro de España. En lo que a los autores latinos respecta, en el mundo literario de la España del XVIII hay una cuestión capital, como es la de los autores españoles e hispanolatinos, plasmada en la superioridad del «español» Lucano frente a Virgilio. Así las cosas, en la discusión terciaron nombres tan conocidos como el Padre Feijoo en su Teatro Crítico, concretamente en sus «Grandezas de España», y al cabo del tiempo se creó una peculiar polémica frente a los ataques de algunos eruditos italianos, como Tiraboschi y Belletti, que afirmaban que la literatura española de todos los tiempos era la que había corrompido el gusto. En España (y luego incluso entre algunos de los jesuitas expulsos, como Llampillas)se hacía una defensa ciega de lo español. El asunto puede ilustrarse perfectamente con la primera alocución que celebró a mitad del siglo XVIII la llamada Academia Latina Matritense en la madrileña iglesia de San Ginés, una de cuyas conclusiones iba a destinada a demostrar que "Noster Hispanus Poeta Lucanus dignitate canendi, pura Latinitate Virgilium superavit." Este es el contexto,en buena medida tópico, del principal problema que atañe a lo que podemos considerar la incipiente Historiografía literaria de la época. Debe tenerse en cuenta, además, que la consideración de autores como Séneca y Lucano como españoles es un hecho que pervivirá, disfrazado con diferentes ropajes, hasta comienzos del siglo XX. A esta cuestión de la superioridad de Lucano, unida al tópico de la corrupción hispana de la literatura, que sostienen los eruditos italianos aludidos, se añade el problema de cuál ha sido la aportación hispana al conocimiento, que promueve Nicolás Masson, y que después dará lugar a la polémica decimonónica sobre la ciencia en España. Mayáns da un nuevo giro a la cuestión en su Vida de Virgilio, donde establece los fundamentos de una Historiografía Literaria ligada a una incipiente conciencia de Tradición Clásica, más allá de los tópicos relativos a la corrupción hispana de la literatura o a la supuesta superioridad del «español» Lucano sobre Virgilio. A partir de unos nuevos presupuestos historiográficos cuyos fundamentos se encuentran en las tradicionales Poética y Retórica, de un lado, y en la Bibliografía, de otro, va a relacionar a Virgilio con la literatura española a partir del estudio razonado de sus traducciones al castellano.10 Precisamente, los traductores seleccionados son los que prefiguran claramente la idea de un Siglo de Oro de la literatura española, como Fray Luis de León. La Vida de Virgilio escrita por Mayáns está concebida en el marco de un ambicioso proyecto de edición de las mejores traducciones del Virgilio al castellano y con un claro propósito de fomentar el buen gusto literario nacional mediante la imitación de los mejores modelos por parte de la juventud. No en vano, la obra de Mayáns es contemporánea al Ensayo de una biblioteca de traductores españoles de Juan Antonio Pellicer (1778), que es el precursor de la Bibliografía Hispano-Latina clásica de Menéndez Pelayo.

Francisco Garcia Jurado
H.L.G.E.

lunes, 16 de noviembre de 2009

EL MADRID DE CARLOS III. IX SEMANA DE LA CIENCIA

Hoy hemos celebrado la actividad del Madrid de Carlos III, organizada por la profesora Mirella Romero Recio, dentro de la IX Semana de la Ciencia. Este año no hemos tenido ocasión de poder quejarnos del tiempo, ya que Madrid ha lucido sus mejores galas cromáticas. Aunque el tiempo de la actividad parecía dilatado (desde las diez de la mañana hasta las dos y media), no ha sobrado ni un minuto y todo ha transcurrido amenamente. Nuestro apretado programa era el siguiente:

Plaza de la Villa (Sociedad Económica Matritense), por Alfredo Alvar, 10 h.
Arco de San Ginés - Francisco García Jurado, 10,55 h.
Instituto de San Isidro - Mirella Romero, 11,30 h.
Descanso hasta las 12,30.
Puerta de San Vicente - Francisco García Jurado. 13 h.
Palacio Real (Jardines de Campo del Moro en la entrada de Virgen del Puerto) - Ángel Bahamonde 13,30.

Hemos logrado llevar a cabo un recorrido distinto, diferente de lo que entendemos como una ruta turística, que ha servido para que nuestro público aprecie en qué consisten nuestras investigaciones históricas. Sería difícil y prolijo narrar de manera pormenorizada la excursión, sobre todo los matices y las diferentes ideas que han ido esbozando una visión del Madrid de la segunda mitad del siglo XVIII. No es lo mismo, por supuesto, explicar todo lo que hemos contado en una clase que en un paseo, pudiendo apreciar cómo los lugares se asocian a las ideas, o cómo las ideas configuran los lugares. Puro espíritu de la semana de la ciencia, divulgación vivida y de alta calidad. Como tuve ocasión de contar en otro blog, divulgar es vivir. En la foto, puede verse a nuestro público, lo mejor, sin duda, de la semana de la ciencia.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.