miércoles, 5 de agosto de 2009

Gilbert Highet y Edward Said: Tradición Clásica y Orientalismo


La Universidad de Columbia me ha traído a la memoria dos grandes académicos a los que me siento especialmente unido: uno de ellos es Gilbert Highet, autor del libro titulado The Classical Tradition, que se publicó en 1949. El otro autor es Edward Said, que en 1978 dio a la luz otro libro relevante: Orientalism. Ambos profesores tienen en común su adscripción a Columbia, pero hay otro lazo de unión más sutil: me refiero al juicio que sobre la propia cultura occidental expresó cada uno de ellos desde un punto de vista bien diferente. Cuando Highet publica su obra en 1949 el mundo acaba de salir de una terrible guerra mundial. La primacía de Europa y su cultura toca a su fin, y los imperios coloniales comienzan su agónica fase de derrumbe. Es en ese momento cuando Highet da a la luz en la Oxford University Press un libro panorámico sobre la Tradición Clásica en Occidente. Esta publicación no obedece a la casualidad. Nuevas culturas comienzan a reinvindicar su lugar en el mundo, y aquello que Goethe y Thomas Mann denominaron "Cultura burguesa" comienza a tocar a su fin. La Cultura Clásica y Occidente han ido secularmente unidas. Cuestionar una supone cuestionar la otra. Precisamente, tras varias décadas de cuestionamiento y emergencia de nuevas relidades, el profesor Edward Said, de origen palestino, formuló la interesante hipótesis de que esa cultura occidental había sido, precisamene, la que se consideró a sí misma legitimada para interpretar el resto de culturas desde su particular punto de vista. De esa forma surgió el orientalismo como un conglomerado de disciplinas encaminadas a la "invención" de Oriente. En este sentido, Oriente no dejaba de ser lo que los occidentales querían ver en él.

En ambos casos, el de Highet y el de Said, tenemos dos puntos de vista distintos sobre un mismo tema. Dos épocas y dos circunstancias marcan la gran diferencia. Es probable que a nadie se le haya ocurrido relacionar a ambos profesores, pues pertenencen a ámbitos académicos distintos, el de la Filología Clásica y el de la Literatrura Comparada, respectivamente. Aquí queda la idea, que es mía, pero que comparto (esto lo digo precisamente el día en que Ana González-Rivas Fernández me comunica que nos han plagiado en Ucrania nuestro artículo sobre Poe y Berenice). Ideas son las que le faltan al mundo, esta es mi impresión. Lo siento por quienes no las tienen.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.

lunes, 3 de agosto de 2009

HISTORIA PARA EVOLUCIONAR, PERO TAMBIÉN PARA IMITAR EL PASADO


Este tiempo en los Estados Unidos me está permitiendo reflexionar bastante sobre la propia función de la Historia en las sociedades modernas. No me parece ahora que la experiencia del pasado sea la misma en países con mucha Historia que en lugares con Historias más recientes. Mucho me ha rondado en la memoria el libro de Arno Mayer del que hablé hace unos días. Me refiero al titulado "The perstistence of the ancient regime". Mientras paseamos no dejamos de ver edificios neogóticos, sueños de un pasado intexistente en esta parte del mundo. Todo ello me hace pensar en la añoranza de un mundo pasado que se vuelve, precisamente, "paradigma", que se idealiza para intentar crear, o inventar, un sistema de creencias determinadas que miran en lo retrospectivo la clave del presente y del futuro. El mundo intelectual de la Ilustración creó nuestra idea moderna de Historia. Así lo he podido ver, por ejemplo, en nuestro admirable Gregorio Mayáns. Esa Historia miraba, es verdad, al Siglo de Oro de las letras hispanas en busca de modelos válidos para la mejora del buen gusto. José Antonio Maravall consideró este fenómeno como propio de una lectura "burguesa", que lograba crear la distancia necesaria entre el moderno lector y el antiguo autor. Comprender la distancia temporal podía permitirnos aceptar y conocer ideas diferentes y propias de otros tiempos sin tener que asumirlas necesariamente. La historia adquiría de esta forma un interés histórico "puro" al tiempo que podía mostrar, asismismo, una dimensión práctica para el presente. Aceptar el cambio histórico era, para el pensamiento ilustrado, una clave esencial de los nuevos tiempos. El ascenso del llamado "Tercer Estado" al protagonismo histórico es fruto de ese mismo cambio, y es por ello por lo que esta clase emergente mira la Historia como su esencia razón de ser. Pero al siglo siguiente la Historia da un giro inverso. No mira tanto el cambio como en intento de fijar el tiempo, de volver a esquemas pasados. La reacción anti-ilustrada es poderosa. De la llamada Historia Literaria ilustrada, de carácter culto y universal, pasamos a las Historias de la literatura románticas, populares y particulares. La Edad Media se vuelve paradigma estético e ideológico de los conservadores, frente al ideario renacetista de otros pensadores más liberales. Me sorprende que un país como los Estados Unidos, donde se crea un Estado propiamente ilustrado, es decir, un Estado en el que prima el "Contrato social" de sus ciudadanos frente a la condición de súbditos, luego se llene de iglesias neogóticas como sueño de una Edad Media que nunca tuvo lugar allí. Pero quizá estas paradojas de la Historia, tan parecidas a nuestras propias paradojas personales, sean lo que hace a tal estudio tan fascinante.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.