sábado, 1 de noviembre de 2008

BORGES, TRADUCTOR DE VIRGILIO


He tenido el honor de poder participar en las Primeras Jornadas sobre la traducción de los Clásicos Grecolatinos organizadas por la Universidad Carlos III, la Complutense y el Ayuntamiento de Getafe entre los días 30 y 31 de octubre de 2008. El programa, interesante y diverso, se distribuyó durante mañana y tarde a lo largo de los dos días del congreso. Llegué a Getafe el viernes 31 hacia las cuatro de la tarde, y caía una lluvia copiosa. Al fin conseguí llegar a tiempo de escuchar la ponencia de Antonio Guzmán sobre la traducción de la tragedia. La conferencia terminó con un animado debate donde se tendieron ciertos retos para traducir algunos de esos pasajes realmente difíciles de los trágicos. Luego iniciamos una animada sesión de intervenciones tres personas de edades semejantes: Javier Martínez sobre Aristófanes, Ramón Torné acerca de la traducción de los clásicos al catalán, y yo mismo acerca de Borges como traductor de Virgilio. Me sentí muy a gusto durante esta sesión, precisamente la última del congreso, pues mis colegas son personas que saben comunicar bien y el resultado de la sesión fue, a mi entender, bastante bueno. A mí me tocó cerrar con el "último" de la tarde, y Borges, como siempre, fue un buen motivo para hacer un pequeño recorrido por algunos de los mejores versos virgilianos. Como a la sesión acudió una de nuestras alumnas de la Complutense, Cristina Martínez, tuve la suerte de que mi hiciera la foto con la que abro este blog. Coincide precisamente con la aparición en el power point de una de las más queridas traducciones de Virgilio que guarda mi biblioteca, precisamente la de Eugenio de Ochoa, traducida en 1869. El grabado de Virgilio que aparece en el frontispicio sirvió de portada a mi libro "Borges, autor de la Eneida". Es un libro que me ha hecho experimentar sensaciones diversas, como la de preferir no ser su autor, sino un lector atento que hubiera disfrutado con él sin las vicisitudes que suponen ser acaso su creador. Quería, en todo caso, que quedara constancia en este blog sobre el congreso, la cariñosa presentación que me hizo el profesor Guzmán, y luego la amena cena que tuvimos en un restaurante madrileño, rodeado de brillantes y, sobre todo, buenos amigos.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.

viernes, 31 de octubre de 2008

MADRID SABE LATÍN. VIII SEMANA DE LA CIENCIA

Desde hace tiempo venimos ensayando una actividad que combina a la perfección la investigación con la pedagogía: divulgar, mediante una ruta histórica, algunos de los resultados que son fruto de nuestras investigaciones historiográficas. La ruta MADRID SABE LATÍN supone una de las más logradas de los itinerarios propuestos. Gracias a un intenso paseo que va desde la antigua Universidad Central, en la Calle de San Bernardo, al barrio de la Morería, en pleno corazón de Madrid, logramos ofrecer una visión panorámica de la historia educativa y cultural de nuestra ciudad. La ruta, como podrá suponerse, cada vez es más compleja, pues en ella van incorporándose nuevos datos históricos.

Voy a ofrecer en este blog un pequeño resumen de lo que supone este paseo guiado por madrid, creo que uno de los más ricos que se ofrecen, tanto por su extensión como por sus contenidos:


CONTENIDO DE LA ACTIVIDAD

Recorrido por los lugares clave de Madrid donde se ha enseñado las Humanidades a lo largo de la Historia, desde la Edad Media hasta comienzos del siglo XX.
La actividad consta de una introducción previa y un recorrido histórico-artístico con visitas guiadas a los monumentos.

La interrelación de aspectos diversos es un aspecto clave de nuestra actividad:

-Relación entre escritores ilustres y sus maestros.
-Relación entre edificios y sistemas educativos.
-Relación entre instituciones (ayuntamientos, Iglesia, Estado) y educación.

EL ORDEN CRONOLÓGICO

La actividad puede realizarse de dos maneras: siguiendo un orden cronológico que vaya desde el pasado al presente, o bien uno inverso.
Este segundo orden, como hemos tenido ocasión de comprobar, resulta más atractivo, pues ofrece una visión retrospectiva que estimula la curiosidad por llegar hasta el punto más antiguo del itinerario.

1. SIGLO XIX: LIBERALISMO Y EDUCACIÓN


EL SIGLO XIX: LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE MADRID (Actual escuela de Relaciones Laborales) Y EL INSTITUTO CARDENAL CISNEROS. Aquí visitaremos el Aula Escalonada, una antigua cátedra cargada de historia, pues en sus bancos se sentaron personas como Pérez Galdós y Clarín. Durante unos veinte minutos evocaremos cómo eran las clases de literatura latina en este lugar y la importancia de que se impartiera esta asignatura mediante la lectura de un emotivo texto de Pérez Galdós acerca de su profesor, Alfredo Adolfo Camús. El hecho de encontrarnos en la antigua Universidad Central nos servirá de excelente pretexto para hablar un poco acerca de las reformas educativas de corte liberal que se llevaron a cabo en el siglo XIX. Luego, daremos unas cuantas notas pintorescas sobre el barrio galdosiano en el que se enmarca esta universidad y pasaremos a la Calle de Los Reyes, donde veremos el actual IES Cardenal Cisneros y la entrada aneja de la primera facultad de Filosofía y Letras que tuvo Madrid.

2. EL SIGLO XVIII: TRAS LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

Nuestro recorrido continúa con la visita a la Iglesia de San Antón, ubicada junto a las Escuelas Pías. La orden de los Escolapios tuvo un papel central en el mundo docente tras la expulsión de los Jesuitas en 1767.

Después continuaremos en dirección a la Iglesia de San Ginés y sus aledaños. En este lugar evocaremos las primeras actividades públicas que llevaron a cabo los miembros de la llamada Academia Latina Matritense, y comentaremos cómo esta institución, que sin ser ilustrada quiso aprovechar la nueva coyuntura, fue la primera institución laica que, tras la expulsión de los jesuitas, pudo tener en sus manos el control de la enseñanza a nivel nacional. Pasearemos después por el Callejón de San Ginés y veremos, cerca del famoso arco, dónde se encontraba una de las casas de los académicos.

3. ENTRE LOS SIGLOS XVIII Y XVII.
BARROQUIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA

La época comprendida entre los siglos XVII y XVIII, hasta la expulsión de los Jesuitas, está presidida por el Colegio Imperial de Madrid. Cruzaremos la Plaza Mayor y saldremos de ella por el arco que desemboca en la Calle Toledo, donde tenemos una impresionante perspectiva de la antigua catedral de San Isidro. Esto nos dará pie para comenzar a hablar de la llegada de la Orden de San Ignacio a España. De hecho, la fachada de esta iglesia evoca el clasicismo de todas las iglesias jesuíticas de este tipo, comenzando por Il Gesú de Roma. Llegaremos hasta el actual Instituto de San Isidro, donde podremos admirar su prodigioso claustro. Luego, visitaremos la capilla, con una inscripción latina que comentaremos.

4. EL SIGLO XVI. ANTES DE LA LLEGADA DE LOS JESUITAS

A continuación nos adentraremos por la Calle Sacramento, uno de los lugares más palaciegos de Madrid, para llegar hasta la Calle de la Villa, llamada así porque allí estuvo, en un principio, la Calle del Estudio de la Villa. En ella dio sus clases de latín el humanista López de Hoyos, maestro de Cervantes, que fue perdiendo paulatinamente el favor real ante el empuje de los jesuitas.

5. EL SIGLO XV: AIRES PRERRENACENTISTAS

Finalmente, llegamos al enclave donde estuvo el antiguo hospital de La Latina, justamente en el distrito que se llama ahora de Latina. Pocas personas relacionan ya este nombre con el de una insigne latinista: Beatriz Galindo, apodada La Latina como toda mujer que en su época supiera latín. Lamentablemente, el edificio del Hospital de la Latina ya no existe. En su lugar hay una fachada de ladrillo que evoca más o menos la magnificencia de la fachada pétrea que hubo en su lugar. No obstante, esta fachada hoy día puede verse en la Escuela de Arquitectura de la Ciudad Universitaria.
A lo largo de estos días ofrecerermos otras visiones y fotografías de la ruta guiada.
María José Barrios Castro
Francisco García Jurado
H.L.G.E.

miércoles, 29 de octubre de 2008

UN SALUSTIO IMPERIAL, TAN CERCANO A MADAME DE STAËL


Ahora que estoy escribiendo para una conocida revista de historia un trabajo sobre la figura de Catilina, he regresado a mis libros de Salustio, no en vano uno de los autores más representados en la biblioteca. Catilina, ya lo sabemos, ha sido un personaje controvertido. Audaz como pocos, aprovecha la ambición y el resentimiento de los otros para intentar cambiar -a su favor- un régimen. Cicerón lo impide con sus implacables discursos, las Catilinarias. No es una historia de buenos y malos, no es tan sencillo. En todo caso, el personaje no puede desvincularse de su narrador, el historiador Salustio, que ha logrado gracias a la Conjuración de Catilina lo que sin exagerar puede calificarse como un best seller de todos los tiempos. Releer a Salustio (recordar sus buscados arcaísmos, su narración viva, su inolvidable retrato de Catilina, o el comienzo de la obra, que deberían leer y aprender aún hoy los niños) me ha reportado a tiempos pasados, pero no me ha decepcionado. Hoy quería recordar una particular edición del autor latino. Traducido por Lebrun, es una edición publicada en París hace casi doscientos años, en 1809, y está repartido en dos tomos encuadernados en piel. Se dice por escrito, asimismo, que un ejemplar ha sido depositado en la Biblioteca Imperial, de reminiscencias napoleónicas. Es la época de Charles Nodier, Leopardi y Stendhal, entre otros autores que soñaron y a menudo se estremecieron ante los nuevos tiempos que corrían. Adquirí este Salustio en uno de los puestos de libros que hay a lo largo de Sena, una mañana, una reluciente mañana de mayo, muy cerca del Instituto de Francia. Como los libros de esta época, marca una transición entre la edición dieciochesca y la romántica. Cambios a menudo imperceptibles van cambiando, al tiempo que los libros, la propia concepción del mundo. No puedo dejar de pensar que esta edición vio la luz en los tiempos de Napoleón, que no hubiera sido imposible que el mismo ejemplar que ahora tengo en mis manos lo hubiera tenido él también en las suyas. No he me resisto tampoco a comparar la admiración crítica que Salustio siente por Catilina con la "admirada decepción" que Madame de Staël siente por Napoleón Bonaparte en su libro titulado Diez años de destierro. Ha salido publicado en español hace poco, gracias a la editorial Lumen, a cargo de Laia Quílez y Julieta Yelin. Parece que los grandes hombres llevan consigo una aureola de expectativas que termina casi siempre en una profunda decepción. Saber distinguir entre la grandeza y lo ruin, sobre todo cuando se dan cita en una misma persona, es una tarea delicada que a menudo conlleva sentimientos contradictorios. Catilina y Napoleón son personajes de este tipo, contradictorios y difíciles. Impregnan sus épocas respectivas y viven ya para siempre, como ejemplos o contraejemplos, en nuestra memoria.






Francisco García Jurado



H.L.G.E.

lunes, 27 de octubre de 2008

CASI UN CUENTO DE BIBLIÓFILO


Ya he vuelto de Toulouse con el grato recuerdo de unos días intensos y atareados, pero con la conciencia del trabajo bien hecho. Tras terminar el congreso, hacia las cuatro de la tarde del sábado 25, decidimos coger el metro para regresar desde el campus universitario de Toulouse Le Mirail hasta el centro de la ciudad, con el fin de visitar la muy extraña catedral de la ciudad, seccionada en dos grandes naves que se suceden sin terminar de encajar una con la otra. No quería perderme una obra arquitectónica sobre cuya planta la historia ha dejado esa inmensa falta de correlación. Lo que no me esperaba ni por asomo era que frente a la plaza de la catedral, como si de un mercadillo medieval se tratara, hubiera un pequeño mercado de libros antiguos donde iba a encontrar algo completamente inesperado. Francia no suele decepcionar a los amantes del libro antiguo, y la presencia de viejos ejemplares sobre la Antigüedad no es rara. No cuesta encontrar cosas interesantes, en muchos casos a precios razonables. Encontré, por ejemplo, el estudio que Sainte-Beuve dedica al poeta Virgilio (segunda edición corregida, publicado en París en 1870). Lárazo Galdiano lo mandó traducir para su colección La España Moderna. Puesto que me acompañaban mis colegas españoles, Mirella Romero y Pablo Asencio, comentamos este pequeño pormenor editorial. Pero mi sorpresa, casi mi pasmo, vino cuando aparecieron, como esperándome, los cuatro tomos en octavo de la Histoire Abrégée de la Littérature Romaine de F. Schoell, publicados en París en la significativa fecha de 1815. Para mayor alegría, su precio estaba bastante rebajado y el estado de los libros era excelente. Están encuadernados en una bonita lomera granate que se remata en cinco discretos nervios, como puede apreciarse en la foto. Este es un libro de esos que llamamos "de biblioteca", prácticamente imposible de encontrar, y mucho más imposible todavía al precio que tenía marcado. No recordaba ciertamente que Schoell fuera quien hubiera editado el Fragmentum Petronii del abate Marchena, de cuya reciente reedición y estudio a cargo de Joaquín Álvarez Barrientos ya he hablado en una ocasión anterior. Pero esta circunstancia me la recordó Pablo Asencio puntualmente, dado su buen conocimiento en el abate Marchena (espero que su tesis doctoral sobre el célebre "heterodoxo", vilipendiado y admirado por Menéndez Pelayo, esté pronto terminada). Naturalmente, cuando Schoell publicó el fragmento de Marchena creía que se trataba de un texto verdadero, no de una mistificación. Se me ocurrió preguntarme sobre la marcha de la conversación si habría acaso alguna alusión en el manual a este pormenor. Pablo, al menos, no lo recordaba. Pues bien, voy a transcribir ahora el sabroso texto que dedica Schoell a hablar de algunos fragmentos descubiertos. Se encuentra en el tomo II y está entre las páginas 425 y 426 (respeto la grafía de la época):

"Les fragmens qui nous en restent forment autant d'épisodes du grand ouvrage dont les neuf dixièmes peut-être ont été perdus. Le plus spirituel de ces épisodes est la fameuse histoire de la Matrone d'Ephèse; mais le plus long, et celui qui peint mieux qu'aucun autre les moeurs du temps et l'interieur des maisons des riches Romains, est le banquet de Trimalcion, personnage ridicule sous lequel, selon l'opinion commune, Pétrone a voulu peindre l'empereur Claude. Ce fragment fut trouvé dans le 17e siècle à Trau en Dalmatie, dans la bibliothèque d'un certain Nicolaüs Cippius, et publié pour la première fois à Padoue en 1662. Il excita une guerre très-animée parmi le savans. Adrien de Valois et Wagenseil en attaquèrent l'authenticité, qui fue défendue para le célèbre médecin Pierre Petit, dans una apologie où il prit le nom de Marinus Statileius. Le manuscrit fut envoyé pour quelque temps à Rome, et examiné par les plus grands critiques du temps. Il passa ensuite dans la bibliothèque du Roi. Aujourd'hui tout le monde savant s'accorde à reconnoître ce fragment comme appartenant véritablement à Pétrone. Le bruit que cette découverte avoit fait dans le monde littéraire inspira à un officier françois, nommé Nodot, l'idée d'une fraude, dont le succès ne répondit pas à ses espérances. Il publia en 1693, à Rotterdam, un prétendu Pétrone complet qu'il disoit avoir été trouvé á Belgrade en 1688, par un certain Dupin. Quoique, dans le premir moment, quelques membres des académies de Nîmes et d'Arles s'en fussent laissé imposer, la fraude fut bientôt découverte, et elle est regardée aujourd'hui comme indubitable. On ne doit pas confondre avec cet imposteur un Espagnol nommé Marchena, qui fin, en 1800, la plaisanterie de publier un nouveau fragment de Pétrone, qui'il prétendoit avoir trouvé à la bibliothèque de Saint Gall."

Termina Schoell con una nota a pie de página donde dice: "L'auteur de cet ouvrage, qui a été l'éditeur de ce prétendu fragment, en a raporté l'histoire dans son Répertoire de Littér. anc. vol. I., p. 239." Realmente, estas dos páginas del manual de literatura bien podrían confundirse con un verdadero cuento de bibliófilo, como los que escribe el contemporáneo Charles Nodier o el propio editor de la novela Dafnis y Cloe, Pablo Luis Courier, cuando escribe su Historia de una mancha de tinta, crónica de la pequeña desgracia acaecida con un texto desconocido de Longo. La frontera entre la historia académica de la literatura y la leyenda es tenue en este caso, y da lugar a este tipo de ficciones tan propiamente románticas.

Verdaderamente, encontrar este libro de Schoel ha sido todo un hallazgo. También di con un interesante Veleyo Patérculo de 1825, pero esto ya será motivo de ensayo para otro día.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.